Después de varias semanas sin publicar ningún post en este blog, he decidido que hoy puede ser un buen día, como diría Serrat. El motivo de mi ausencia es precisamente el exceso de trabajo. Me han encargado en los últimos tiempos bastantes correcciones de estilo, y eso me ha impedido escribir –vaya paradoja– textos reflexivos sobre la corrección de estilo y su circunstancia, que es la razón de ser de este espacio.
Hoy vamos a hablar sobre las modalidades de corrección de textos. He notado que poco a poco los autores van adquiriendo conciencia sobre la necesidad de que un corrector profesional (no la tía Margarita ni el primo Alberto, por muy buena voluntad que tengan) revise sus manuscritos. Esta es una noticia positiva, porque una buena corrección juega a favor del autor pero también del lector, que al fin y al cabo es quien mantiene a flote la industria del libro.
Sin embargo, las dudas persisten. ¿Qué es una corrección de estilo? ¿Me va a resultar irreconocible mi escrito después de una corrección? ¿Qué tipo de corrección necesito? ¿El corrector me va a dar su opinión sobre el manuscrito? ¿Me va a aconsejar sobre la trama, la creación de los personajes o el desenlace?
Estas son algunas de las dudas que me transmiten las personas que se ponen en contacto conmigo para pedirme un presupuesto. Voy a tratar de aclararlas. Para empezar, urge explicar cuáles son los tipos de corrección más demandadas:
Corrección ortotipográfica
Es una corrección básica. El corrector tiene la misión de corregir errores ortográficos y de puntuación; unificar criterios sobre las comillas y el formato de los subtítulos o las tildes (no es de recibo, por ejemplo, escribir solo y sólo cuando se trata de un adverbio; hay que elegir una de las dos); normalizar el uso de las cursivas, negritas, versalitas… Y en aquellos casos en los que el texto está ya maquetado, el corrector deberá supervisar errores habituales en este punto del proceso, como viudas y huérfanas, palabras cortadas incorrectamente…
Corrección de estilo
Es un tipo de corrección más ambiciosa. Aquí el corrector no se limita a aliviar el texto de los consabidos errores gramaticales y ortográficos (citados en la corrección ortotipográfica), sino que aborda un trabajo más amplio. El objetivo es mejorar la expresión y la coherencia del texto y sugerirle al autor cualquier modificación que pudiera redundar en una mayor calidad formal del manuscrito. Obviamente, la corrección de estilo incluye la corrección ortotipográfica.
Mi opinión sobre la corrección ortotipográfica y la corrección de estilo
Todo manuscrito debería incorporar, antes de ser impreso o publicado en Internet, una corrección ortotipográfica. Esto es, digo, lo menos que deberíamos hacer por mimar nuestros escritos y a nuestros lectores.
¿Es suficiente con la corrección ortotipográfica? Depende. En la mayoría de los casos una corrección ortotipográfica se encargará de lavarle la cara al manuscrito, pero dejará al descubierto otros errores que ningún autor riguroso debería permitirse.
Como es habitual ofrecer en Internet servicios de ambas modalidades, algunas personas se ponen en contacto conmigo para solicitarme precio por cada una de ellas. Yo que no me ciño por las tendencias del mercado –al menos no en este aspecto– suelo explicarles a los clientes, previa lectura de un folio del manuscrito, la idoneidad de hacer una corrección de estilo. Una corrección ortotipográfica tiene sentido cuando el texto ya ha pasado por un proceso arduo de corrección y solo necesita un último repaso. En este caso, la tarea del corrector es rápida, pues el grueso de las enmiendas ya está hecho. No es lo que ocurre con el 99 % de los manuscritos que corrijo. Lo que necesitan estos textos es una corrección de gran calado.
La única ventaja que tiene la corrección ortotipográfica en relación con la de estilo es el precio: es más barata, pues el tiempo que emplea el corrector es menor. El motivo es claro: la maleza inhóspita que hay que desbrozar en un manuscrito ya se ha hecho en la primera corrección.
Este asunto me plantea una duda profesional: ¿Qué haría yo si me encargasen una corrección ortotipográfica y hallara errores que sobrepasan las obligaciones sujetas a esta modalidad? ¿Los dejo pasar por alto? Y tú, querido lector, ¿contratarías a una persona para que te limpiara los muebles aunque no barriera ni fregara el suelo? Así veo la corrección ortotipográfica: como un bien insuficiente.
Mi consejo es este: si tu manuscrito ha pasado por las manos de un corrector y quieres asegurarte de que quede lo mejor posible, encargar una última corrección ortotipográfica tiene sentido. Pero si tu manuscrito sale directamente del disco duro de tu ordenador, una corrección ortotipográfica quizá sea insuficiente. Encarga una corrección de estilo. Merece la pena.
Y ahora que hemos –valga el plural mayestático– explicado el asunto de los tipos de corrección, pasemos a abordar otros asuntos que inducen a confusión. Algunas aclaraciones que debemos tener en cuenta:
–El corrector no está obligado a dar su opinión sobre el manuscrito
Nuestra tarea es corregir, nada más, ¡y nada menos! Ahora bien, que no estemos obligados no quiere decir que no podamos hacerlo. En cualquier caso, para eso están los informes de lectura. Tienen un costo adicional (desglosar qué te ha parecido, pongamos, una novela es un trabajazo, creedme). Aprovechando que el corrector ya habrá leído tu manuscrito, pídele un presupuesto de un informe de lectura (si estás tan interesado en conocer su opinión).
–El corrector no se encarga de reescribir el texto
Su cometido es corregir el manuscrito, no reescribirlo. Si quieres que un corrector haga ese trabajo, tendrás que decírselo desde el principio, para que luego no haya conflictos.
–Reescribir un texto no es lo mismo que hacer de negro literario
Reescribir un texto consiste en redactarlo, desde cero, con el material que te aporta el autor. Puedes estructurarlo a tu manera, desechar párrafos completos o añadir otros, emplear un lenguaje más personal, convertir frases cortas en largas o viceversa… Sí, el aspecto formal cambiará considerablemente, pero el contenido en esencia será el mismo. La reescritura opera a partir de una escritura previa (re-escritura). Lo que hace un negro literario (ghost writer, en inglés) es escribir el libro de su puño y letra para que otra persona lo firme como suyo. Es posible que el falso autor haya aportado información relevante para su escritura, pero todo el trabajo técnico y creativo corre a cargo del negro literario. Es una transacción comercial pura y dura.
También hay publicaciones firmadas de manera colaborativa. Suele ocurrir con las biografías de los famosos (o más bien famosetes). Como la inmensa mayoría de ellos no son buenos redactores, las editoriales contratan a un escritor para que redacte el libro. El famoso de turno puede darle al escritor todos los datos necesarios, pero la redacción va a ser tarea de la persona contratada, que en muchos casos verá su nombre en la portada, junto al del famosete.
–Tampoco es tarea del corrector hacer un análisis del libro y sugerir cambios estructurales que sobrepasan los límites de lo lingüístico.
No es su misión analizar las caracterizaciones de los personajes, la trama o la estructura en capítulos de la obra. ¿Elegir un final abierto o cerrado? ¿Cambiar el nombre de los personajes o de la obra? ¿Incluir un contrapunto del personaje principal? ¿Reducir el tono fantástico del manuscrito? Algunas personas tienen dudas sobre estos temas, pero tampoco esto es tarea del corrector. Los asuntos antes citados constituyen la propia esencia de la literatura.
En mi opinión, el autor no debería delegar tareas tan importantes en otras personas, pero si opta por hacerlo, puede ayudarle un buen informe de lectura redactado por alguien muy cualificado o participar en un taller literario donde se expliquen a fondo estos asuntos y donde pueda compartir sus dudas con el profesor. También ayuda mucho leer a los grandes autores y –aviso: ¡esto es ya un lujo!– contar con la ayuda de amigos expertos que puedan señalar cuáles son, en su opinión, los agujeros negros del libro.
Una última observación: este es un tema tan personal como difícil. Orientar al autor para que modifique elementos estructurales de su obra es muy arriesgado. ¿Quién le garantiza a un autor que seguir ciertos consejos va a mejorar la calidad de su manuscrito? Esta es sin duda la parte más sensible de la creación literaria.
Suelo poner el ejemplo de Gabriel García Márquez y su novela Cien años de soledad, tantas veces considerada la mejor novela del siglo XX. Y, sin embargo, no le resultó fácil publicarla. Sin ir más lejos, Carlos Barral, meritorio poeta y editor, la rechazó alegando que no interesaría a los lectores. ¡Casi nada!
Desde luego, no es un caso único. También es muy conocida la historia de John Kennedy Toole, que acabó suicidándose porque no encontraba editor para su novela La conjura de los necios, consolidada con el paso del tiempo como un clásico moderno.
Resumiendo: no creas que una tercera persona va a convertir tu novela en una obra maestra con tan solo apretar un botón. Para estos casos recomiendo formación, formación y formación. Lee todo lo que puedas, lee a los grandes autores, lee libros de técnica literaria, lee, lee, lee. Y cuando te hayas formado, arriésgate a equivocarte sin ayuda de nadie. :–)
Y eso es todo por hoy.
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¡Nos vemos en el siguiente post sobre corrección de estilo! ¡No te pierdas los posts anteriores!
Francisco Rodríguez Criado es escritor, corrector de estilo y editor de varios blogs enfocados a la literatura y el lenguaje (Corrección y Estilo, Literatura.fm, Libros.fm, Grandes Libros, Narrativa Breve,..).
Photo by stephenphampshire
Muy interesante. Cuando se es un profesional como Ud. es fácil obtener clientes, pero cuando uno quiere emprender, en este campo, no sabe como empezar.
Mi querido y nunca mal ponderado Ábsalon,
Sigue enviando currículos a las editoriales, continúa leyendo y cultivándote y, por encima de todo, no permitas que tu ánimo decaiga. De ser necesario, accede incluso a desarrollar alguna prueba con algún patrón, con alguna compañía; si la prueba en cuestión sale bien, entonces serás convocado y poco a poco podrás acceder a más ‘chambitas’ de corrección.
Eso sí, te advierto que la labor es desgraciada: es mal pagada, poco apreciada y, como ocurre con los porteros de futbol, podrás atajar mil y una incorrecciones, mil y una imprecisiones… pero el día en que se te vaya una, cuando «permitas un gol», serás señalado y denostado hasta el cansancio, máxime si la publicación en suerte ya está impresa y en circulación.
¿Te atreves a soportar tal presión?
Salu2…
APliego
Francisco,
Tan pulcro como siempre, tan puntilloso y preciso como pocos. Sólo individuos ‘taimados’ como tú –y me permito incluirme en ese grupo de seres raros– pueden entender las artes que encierra esta maravillosa y, a la vez, ingrata profesión, entendida por algunos como enfermedad por corregir, por precisar, por enmendar…
Y escribo «taimados» porque nos caracteriza la total observación, la astucia y la necesidad de advertirlo todo, de ahí que no sean pocos los que tildan al corrector de fatuo y (valga la redundancia) vanidoso, con un oficio que las más de las veces es visto como baladí, aun innecesario.
Me gustaría que escribieras algún día no sólo sobre la observancia de la reglas gramaticales al corregir en español, sino también al momento de traducir; es más, ¿qué sabes acerca la tropicalización?, ¿hay algo del tema que puedas compartir?
Porque yo, que también me dedico a estas artes al otro lado del océano, me enfrento a mil y un desafíos al momento de traducir y plasmar en papel el texto en español, pues he de decidir cuál lengua usar: español mexicano, español argentino (a veces lunfardo), español ibérico. Es más, cuando corrijo libros educativos en español para el mercado mexicano, debo usar términos que no respondan a un solo español, por lo que echo guante a una jerga que no es particular de una sola región de habla hispana.
Ojalá algún día escribas al respecto… Por cierto, hay un «braquiología» en el texto alusivo a ese tema. Recibe un cordialísimo saludo y ten en mente que cuando estés hasta la azotea de trabajo, ofrezco emplearme como tu chalán.
Salu2…
APliego
¡Ja!… Faltó un «de» en: «¿qué sabes acerca la tropicalización?».
Hola Adrián. Es cierto lo que dices de que quienes nos dedicamos a la corrección parecemos porteros de futbol. Yo trabajé muchos años en televisión haciendo y corrigiendo la redacción y ortografía de gráficos, plecas y cintillos. Sabía de la enorme responsabilidad que tenía en mis manos ya que la televisión la ven millones de personas. Siempre procuré limpiar lo mejor posible el trabajo que a otros les correspondía hacer (redactores y guionistas malhechos o ignorantes), al fin y al cabo yo era el último filtro por el que pasaban los textos. Así pues, casi siempre me iba limpia en los programas al aire, pero cuando de casualidad dejaba pasar algún error ortográfico o «dedazo» casi me linchaban. Efectivamente es un trabajo desgraciado, pero te queda siempre la enorme satisfacción del deber cumplido. ¡Saludos!