Días atrás, mientras tomábamos café, un amigo le reprochó a otro que hubiera dicho “Pásame la azúcar” en vez de “Pásame el azúcar”. El interpelado, poco sensible a disquisiciones lingüísticas, se encogió de hombros, aceptó la corrección de sumo agrado (al fin y al cabo, quien tiene boca se equivoca) y prosiguió con entusiasmo su narración doméstica (que no voy a detallar, pues no viene al caso).
Pero ¿tenía razón el amigo que defendía que azúcar es un sustantivo masculino? La tenía y no la tenía. Quiero decir: “el azúcar” es correcto, pero también lo es “la azúcar”.
La explicación es sencilla: en la lengua castellana hay un grupo de sustantivos ambiguos –no muy frecuente, pero sí más de lo que se piensa– que aceptan ambos géneros: el masculino y el femenino. Azúcar es uno de esos sustantivos.
Cuando pensamos en estas palabras nos vienen a la mente ejemplos harto conocidos: el mar/la mar (recordemos a Rafael Alberti: “El mar, la mar./ El mar. ¡Solo la mar!”), el calor/la calor, el reúma/la reúma (Nota: es correcto escribir reúma, pero también reuma). Pero hay bastantes más. Os dejo una lista con algunas de ellas:
- Ábside
- Acné
- Agave
- Ánade
- Apóstrofe
- Armazón
- Arte
- Bajante
- Canal
- Chinche
- Cobaya
- Margen
- Mimbre
- Orden
- Pus
- Tilde
- Tizne
- Vislumbre
- …
Ahora que nos hemos familiarizado con algunas de estas palabras, conviene hacer ciertas observaciones:
1 Hay sustantivos ambiguos diferenciados y no diferenciados. Diferenciados son aquellos que introducen variaciones en su significado dependiendo de si se enuncian en masculino o en femenino. Por poner algunos ejemplos, no es lo mismo el capital (bienes, dinero) que la capital (principal y cabeza de un Estado, provincia o distrito: “París es la capital de Francia”), el cólera (enfermedad) que la cólera (ira, enojo), el corte (acción de cortar) que la corte (conjunto de todas las personas que componen la familia y el acompañamiento habitual del rey).
Queda claro, pues, que en estos casos escoger el sustantivo masculino en detrimento del femenino (o viceversa) implica primar un significado u otro.
Sin embargo, cuando elegimos el masculino o el femenino de otros sustantivos ambiguos no diferenciados lo hacemos por capricho o por sonoridad: ambos significan lo mismo. Ejemplos: el margen/la margen, el hojaldre/la hojaldre, el lente/la lente…
2 La distribución geográfica puede tener importancia. Como recuerda el Instituto Cervantes en Las 500 dudas más frecuentes del español, pijama se usa en femenino en el lenguaje culto solo en algunos lugares de Hispanoamérica, mientras que pus se acepta como femenino en México y como ambiguo en Chile.
3 Con estas palabras debemos tener en cuenta no solo el género sino también el número (singular o plural). Mar y arte solo son ambiguos en singular (no podemos decir ni escribir las mares ni los bellos artes). Dote es ambiguo cuando en singular significa “conjunto de bienes que aporta la mujer al matrimonio”; cuando significa “cualidades personales”, debe ir en femenino exclusivamente: “sus grandes dotes”.
¿Qué hemos aprendido con esta breve lección? Básicamente, que tanto el azúcar como la azúcar son proclives a la ambigüedad y que, en caso de duda, lo mejor es tomar sacarina.
Francisco Rodríguez Criado es escritor, corrector de estilo y editor de varios blogs enfocados a la literatura y el lenguaje (Corrección y Estilo, Literatura.fm, Grandes Libros, Narrativa Breve, Escribir y Corregir, Corrector Literario…).

Francisco
Rodríguez Criado
Escritor y corrector de estilo profesional
