La Real Academia Española siempre tiene quien la corrija

plumas estilográficas

Si hay algo que nunca le ha faltado a la Real Academia Española desde su fundación, en 1713, son voces discrepantes. Creo que la historia de los –por así llamarlos– *disidentes* sería más rica, extensa y entretenida que la historia ortodoxa de la propia Academia.

Para muestra un botón en forma de libro: *Gazapos académicos*.

Resulta que su autor, Gustavo Alfredo Jácome, asistió en abril de 1994 al décimo congreso de Academias de la Lengua Española en representación de la Academia Ecuatoriana. En una de aquellas sesiones, el citado escritor y académico presentó algunos de los errores gramaticales que había advertido en el *Esbozo de una nueva gramática de la lengua española* (1973). Luego dejó en secretaría ese documento. Al parecer a nadie le interesaron demasiado sus anotaciones, porque ocho años después el autor seguía sin recibir acuse de recibo.

Este es el contenido, *grosso modo*, de un breve apartado, titulado «AL LECTOR», que aparece en las primeras páginas de *Gazapos académicos*, libro que Jácome publicó en 2003, en la editorial Verbum, para dar cuenta de todos los errores que había detectado en la *Ortografía de la lengua española de la Real Academia*, publicado en julio de 1999.

¿Podríamos encontrar dentro del aburrido ámbito de la gramática un libro más morboso que este, cuyo objetivo es corregir –ahí es nada– los muchos errores cometidos en tiempos más o menos recientes por los académicos de nuestra lengua?

Pero más allá del morbo de ver señalados los errores de nuestros académicos,*Gazapos académicos* tiene cierto interés filológico para cualquier persona con el prurito de la escritura o de la corrección de textis.

Tengo que decir que, en mi opinión, el autor se excede en sus correcciones, y que exhibe cierta querencia compulsiva a desautorizar a los académicos. (Lógico: ocho años sin recibir contestación debe de cabrear lo suyo…).

Pese a este afán de ultracorrección, el libro es de un valor gramatical innegable. Los aficionados a la gramática –alguno hay, aunque parezca mentira– lo disfrutarán mucho.

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