La corrección ortotipográfica. ¿Merece la pena?

plumas estilográficas

He leído un libro de reciente publicación y he encontrado en él una docena de incorrecciones lingüísticas. Adelanto que el nivel de redacción del libro es bueno, y precisamente porque está bien escrito –y además tiene calidad literaria– esos doce errores suponen un lastre para su autor y su editor.

Entre esos errores podría citar algún nombre propio sin la correspondiente mayúscula inicial, un par de comas criminales, ausencia de tildes en palabras que la requieren, confusión entre el «tu» sin tilde (adjetivo) y el «tú» con tilde (pronombre), etc.

En fin. Una pena, porque el lector avezado siempre recordará este libro como una buena obra literaria que viene emponzoñada con –por decirlo suavemente– algunas erratas. (Erratas que se pueden quedar de por vida, pues algunos títulos no son reimpresos. No todos los autores pueden permitirse el lujo de sacar segundas o terceras ediciones).

En más de una ocasión he expresado mi reticencia hacia la corrección ortotipográfica, no porque no sea necesaria, sino porque en la mayoría de los manuscritos que recibo para corregir este tipo de corrección se quedaría corta. Lo que necesitan casi todos los manuscritos es una corrección de estilo, que abarca un número mayor de intervenciones por parte del corrector de estilo. La corrección de estilo, insisto, es más profunda (y por tanto más efectiva) que la corrección ortotipográfica.

Pero en el libro que he leído, al que me refería arriba (sin citarlo), no hubiera sido necesario una corrección de estilo. De hecho, es uno de esos casos en los que una corrección ortotipográfica hubiera sido suficiente.

He calculado mentalmente el precio que yo le hubiera cobrado al autor (o al editor) por corregir ese libro, y pienso honestamente que bien hubiera merecido la pena pagarlo. Esos 12 errores lingüísticos que he detectado hacen un daño considerable tanto al autor como al editor.

La mía es, desde luego, una opinión interesada, pues soy corrector de estilo. Pero es que también soy escritor, y sé lo que duele cuando uno encuentra una errata en su libro ya publicado, y no digo nada si fueran doce. Por no hablar de la mala imagen que se da ante esos lectores avezados para quienes una errata en un libro es poco menos que un pelo en un plato de comida.

En resumen: la corrección ortotipográfica, depende. Como casi todo en esta vida.

¿Qué es una corrección ortotipográfica?

Palabras biacentuales

Expresiones redundantes


Francisco Rodríguez Criado, escritor, corrector de estilo, profesor de talleres literarios y creador del blog Narrativa Breve. Ha publicado novelas, libros de relatos, obras de teatro y ensayos novelados. Sus minificciones han sido incluidas en algunas de las mejores antologías de relatos y microrrelatos españolas: El cuarto género narrativo. Antología del microrrelato español (1906-2011). Ed. Irene Andrés-Suárez (Cátedra, Madrid, 2012),Velas al viento. Ed. Fernando Valls (Los cuadernos del vigía, Granada, 2010), La quinta dimensión (Universidad de Extremadura, Mérida, 2009), Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español. Ed. Fernando Valls (Páginas de Espuma, Madrid, 2008), Histerias breves (El problema de Yorick, Albacete, 2006), Relatos relámpago (ERE, Mérida, 2006), etcétera. Es autor de El Diario Down, donde narra en primera persona sus experiencias como padre de un bebé con el Síndrome de Down. Los zapatos de Knut Hamsun (De la Luna Libros, 2018) y Hombres, hombrinos, macacos y macaquinos (2020) son sus últimos libros de relatos.  


Francisco Rodríguez Criado, corrector

Francisco

Rodríguez Criado

Escritor y corrector de estilo profesional
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