Cómo evitar el uso abusivo del verbo ‘decir’ en los diálogos

plumas estilográficas

Ningún buen narrador puede permitirse el lujo de escribir diálogos malos. Pero escribir buenos diálogos, esos que cuentan mucho de los personajes y de su manera de relacionarse entre sí, no es sencillo.

No es tarea del corrector de estilo enseñar a escribir, sino corregir lo ya escrito. No voy a dar, pues, una clase de taller literario, pero sí ofrezco a continuación algunos consejos que ayudarán a los autores a obviar un error habitual a la hora de articular los diálogos: el abuso de la forma verbal «dijo» (o «dice», si la narración está en presente).

Hay vida más allá del «dijo», y para demostrarlo voy a compartir con vosotros un par de trucos que nos permitirán sortearlo sin abandonar el consabido estilo directo, donde escuchamos expresarse a los personajes en su literalidad.

Como esta es una lección práctica, me he tomado la molestia de redactar una pequeña escena narrativa que nos va a servir para trabajar a partir de ella. (Destaco en negritas lo que va a ser objeto de cambio).

El lunes, nada más entrar en la oficina, don Anselmo me hizo una señal con la mano para que acudiera a su despacho, ubicado al fondo. Mientras caminaba por el largo pasillo, las miradas de satisfacción de los compañeros más envidiosos me hicieron saber que nada bueno me esperaba.

–Pase –dijo don Anselmo sin darme los buenos días. Ni siquiera me invitó a sentarme. Se limitó a dedicarle una mirada adusta al reloj de pared–. Llega usted tarde. Una vez más.

–Sí, es que el tráfico estaba… –dije.

–No es mi problema el tráfico –dijo muy airado–. A mí lo que me importa es que mis empleados sean formales y fieles a la empresa. Yo le pago a usted  puntualmente a final de mes, ¿verdad? Si yo soy puntual en los pagos, no entiendo por qué no puede ser usted puntual a la hora de acudir a su trabajo.

–Diez minutos tarde… –dije mirando al reloj acusador–. Y no llego siempre tarde. Es la segunda vez en cuatro años.

–Veo que a usted, como a todos los guapos, le gusta más estar de fiesta que trabajar –dijo.

¡Vaya, así que era eso! No le molestaba que hubiera llegado diez minutos tarde, lo que en realidad le molestaba es que yo hubiera bailado más de media hora con su joven y hermosa esposa el sábado anterior, en la fiesta de empresa, a la vista de todos sus subalternos. Mientras la tenía en mis brazos –¡por Dios, qué mujer!– no pensé en su marido, pero ahora me daba cuenta del mal trago que debió de pasar. Estuve a punto de decirle que yo no tenía la culpa de que a su mujer le gustaran los hombres altos y guapos, y no los feos y canijos.

–¿Sigo teniendo trabajo? –dije.

–Váyase –dijo–. Por ahora no tenemos más que hablar.

De este diálogo se sobreentienden varias cosas:

  • El empleado es un hombre atractivo al que no le importa arriesgar su puesto de trabajo con tal de satisfacer el deseo de pavonearse en una fiesta con la mujer (“joven y hermosa”) del jefe. Aunque es algo veleta y poco contenido en las relaciones humanas, mantiene su dignidad y en vez de pedirle perdón al jefe le pregunta, muy entero, si está despedido. Para no pronunciar la palabra despedido opta por preguntar si sigue teniendo trabajo.
  • El jefe es un tipo poco agraciado físicamente que combate sus complejos dirigiendo su empresa con mano dura.
  • La empresa debe de ser más o menos importante, teniendo en cuenta que da trabajo a bastantes empleados (el personaje-narrador cita a los “empleados más envidiosos”), la oficina es grande (el pasillo es largo), organiza fiestas de empresa…
  • Con un exceso de imaginación llegaríamos a pensar que la mujer del jefe se aburre con su marido y está buscando amistades más joviales.

Digamos, pues, que el diálogo improvisado para la ocasión es correcto. ¿Qué falla en él? Falla, como habrás adivinado, el uso compulsivo del verbo ‘dijo’.

Vamos a remediarlo con dos trucos.

Primer truco: cambiar el verbo «decir» por otro verbo que mantenga el sentido de la frase y que, a ser posible, aumente el valor expresivo del pie de diálogo.

«Decir» es el verbo dicendi por excelencia. A los verbos dicendi se les conoce también como verbos declarativos o verbos de habla. Afortunadamente, hay muchos, lo cual nos da mucho juego. Estos son algunos: apuntar, asegurar, concretar, insistir, subrayar, contestar…

Lo que debemos hacer en la breve escena que hemos puesto como ejemplo es cambiar «dijo» por otro verbo dicendi, o bien por otro verbo fuera de esta categoría que también desempeñe un buen papel. Voy a cambiar todos los «dijo» por otros verbos. (Señalo en negritas los cambios, una vez más).

El lunes, nada más entrar en la oficina, don Anselmo me hizo una señal con la mano para que acudiera a su despacho, ubicado al fondo. Mientras caminaba por el largo pasillo, las miradas de satisfacción de los compañeros más envidiosos me hicieron saber que nada bueno me esperaba.

–Pase –ordenó don Anselmo sin darme los buenos días. Ni siquiera me invitó a sentarme. Se limitó a dedicarle una mirada adusta el reloj de pared–. Llega usted tarde. Una vez más.

–Sí, es que el tráfico estaba… –intenté defenderme.

–No es mi problema el tráfico –repuso muy airado–. A mí lo que me importa es que mis empleados sean formales y fieles a la empresa. Yo le pago a usted  puntualmente a final de mes, ¿verdad? Si yo soy puntual en los pagos, no entiendo por qué no puede ser usted puntual a la hora de acudir a su trabajo.

–Diez minutos tarde –puntualicé mirando el reloj acusador–. Y no llego siempre tarde. Es la segunda vez en cuatro años.

–Veo que a usted, como a todos los guapos, le gusta más estar de fiesta que trabajar –contratacó.

¡Vaya, así que era eso! No le molestaba que hubiera llegado diez minutos tarde, lo que en realidad le molestaba es que yo hubiera bailado más de media hora con su joven y hermosa esposa el sábado anterior, en la fiesta de empresa, a la vista de todos sus subalternos. Mientras la tenía en mis brazos –¡por Dios, qué mujer!–, no pensé en su marido, pero ahora me daba cuenta del mal trago que debió de pasar. Estuve a punto de decirle que yo no tenía la culpa de que a su mujer le gustaran los hombres altos y guapos, y no los feos y canijos.

–¿Sigo teniendo trabajo? –pregunté.

¡Váyase!rugió–. ¡Por ahora no tenemos más que hablar

Segundo truco: reformular los diálogos. Aquí también eliminaremos los «dijo», pero además nos tomaremos la libertad de no buscarles un verbo sinónimo (o casi). Os daréis cuenta de que sin ellos el diálogo sigue teniendo sentido. Para demostrarlo, en este ejercicio voy a tomar una decisión drástica: los voy a eliminar todos para demostrar que su uso es opcional. (Señalo en negritas los cambios, una vez más).

El lunes, nada más entrar en la oficina, don Anselmo me hizo una señal con la mano para que acudiera a su despacho, ubicado al fondo. Mientras caminaba por el largo pasillo, las miradas de satisfacción de los compañeros más envidiosos me hicieron saber que nada bueno me esperaba.

–Pase. –Don Anselmo no me dio los buenos días. Ni siquiera me invitó a sentarme. Se limitó a dedicarle una mirada adusta el reloj de pared–. Llega usted tarde. Una vez más.

–Sí, es que el tráfico estaba…

–¡No es mi problema el trabajo! –Aunque no era un tipo afable, nunca lo había visto tan airado–. A mí lo que me importa es que mis empleados sean formales y fieles a la empresa. Yo le pago a usted  puntualmente a final de mes, ¿verdad? Si yo soy puntual en los pagos, no entiendo por qué no puede ser usted puntual a la hora de acudir a su trabajo.

–Diez minutos tarde. –Miré al reloj acusador–. Y no llego siempre tarde. Es la segunda vez en cuatro años.

–Veo que a usted, como a todos los guapos, le gusta más estar de fiesta que trabajar.

¡Vaya, así que era eso! No le molestaba que hubiera llegado diez minutos tarde, lo que en realidad le molestaba es que yo hubiera bailado más de media hora con su joven y hermosa esposa el sábado anterior, en la fiesta de empresa, a la vista de todos sus subalternos. Mientras la tenía en mis brazos –¡por Dios, qué mujer! –no pensé en su marido, pero ahora me daba cuenta del mal trago que debió de pasar. Estuve a punto de decirle que yo no tenía la culpa de que a su mujer le gustaran los hombres altos y guapos, y no los feos y canijos.

–¿Sigo teniendo trabajo?

¡Váyase!Me dio la espalda y le habló a la pared, o quizá al propio reloj–. ¡Por ahora no tenemos más que hablar

Espero que este ejercicio os haya servido para aceptar que hay vida más allá del «dijo». Vuestros diálogos cobrarán mayor fuerza y resultarán menos automáticos.

¡Ánimo! Ahora toca trabajar.

¡Nos vemos en el siguiente post sobre corrección de estilo!  ¡No te pierdas los posts anteriores!

Francisco Rodríguez Criado es escritor, corrector de estilo y editor de varios blogs enfocados a la literatura y el lenguaje (Corrección y Estilo, Grandes Libros, Narrativa Breve, Escribir y Corregir, Corrector Literario…).

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19 comentarios en «Cómo evitar el uso abusivo del verbo ‘decir’ en los diálogos»

  1. No, Abel. Al menos en España. Aquí cuando decimos «tráfico» nos referimos al automovilístico. Cuando se trata de un comercio ilícito es necesario utilizar algún sintagma: tráfico de influencias, tráfico de estupefacientes, tráfico de seres humanos, etcétera.

    Un saludo

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  2. Buenísimo. Yo ya sabía remplazar el «dijo» con algún otro verbo dicendi; mas, no se me había ocurrido hacerlo con una expresión. Bravo. He aprendido algo nuevo e importante. Gracias, maestro.

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  3. Maestro: según lo que acabo de aprender, de otro escritor, habría un pequeñísimo error en la última parte de su ejemplo; pues él me señala que «Se debe comenzar con minúscula aquellas expresiones aclaratorias del diálogo, tan sólo cuando éstas comienzan con un verbo dicendi. Con cualesquier otro verbo, se debiera comenzar con mayúscula», A modo de ejemplo, tomo:
    –Diez minutos tarde –miré al reloj acusador–. Y no llego siempre tarde. Es la segunda vez en cuatro años.
    Debiera ser:
    –Diez minutos tarde –Miré al reloj acusador–. Y no llego siempre tarde. Es la segunda vez en cuatro años.

    Esta cuestión me tomó muy de sorpresa. Eso, sí, no sé de adónde saco tal aseveración.
    Le agradeceré, querido maestro, su comentario.
    Desde Chile, le saluda agradecido, Miguel.

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  4. ¡Me encantó el ejercicio, gracias! Como una segunda labor, he incursionado en la Corrección de textos, así que constantemente ando en busca de materiales útiles e interesantes para mí o para mis clientes y tu blog me pareció una joya. Saludos desde México.

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  5. ¡Me encantó el ejercicio, gracias! Como una segunda labor, he incursionado en la corrección de textos, así que constantemente ando en busca de materiales útiles e interesantes para mí y/o para mis clientes y tu blog me pareció una joya. Saludos desde México.

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